Antes de tratar de conservar y proteger la Naturaleza deberíamos precisar qué entendemos por Naturaleza, para no cometer errores. Y partiendo del hecho de que el concepto de Naturaleza existe en la mentalidad de todas las personas, es desde aquí desde donde tenemos que empezar a construir el conocimiento, lejos del cientificismo axénico de los expertos. Sin pretender dar una definición de lo que es la Naturaleza, y trabajando con un grupo de personas interesadas en el tema, la mayor parte de ellas asociaron este concepto a la vida, la biota, los organismos vivientes; también al espacio en el que se desenvuelven, el hábitat; y a una serie de procesos naturales que relacionan a los organismos entre sí y a éstos con el espacio físico en el que se encuentran. Por lo tanto, la idea de Naturaleza no se percibe como una foto estática donde los organismos vivientes aparecen ordenados en el espacio físico, sino que es una película en la que los distintos elementos se relacionan entre sí. También se destaca la idea del equilibrio, de la armonía, de la estabilidad y perdurabilidad de la Naturaleza en el tiempo. Pero esta entrada en el tiempo es generalmente corta, del orden de un año o de unos pocos años, o de unas pocas vidas humanas a lo sumo. A mi entender, la película con la que se percibe la Naturaleza correspondería a un cortometraje de como mucho la escala humana en lugar del largometraje de 3.500-4.000 millones de años de vida en La Tierra.
El ser humano como organismo viviente plantea un conflicto hasta el extremo de llegar a cuestionarse si existe realmente lo artificial, de si el espacio creado por el ser humano puede calificarse como natural, de si las ciudades son Naturaleza, o si existe Naturaleza urbana. No hay que caer en el error de que todo lo que hace un organismo vivo es natural y, por tanto, lo que hace el ser humano, por ser organismo vivo, es natural. De asumir esto estaríamos justificando la contaminación, la destrucción de ecosistemas, la extinción de especies, etc. Es una realidad que actualmente quedan pocos espacios en la superficie terrestre que no hayan sido afectados por la intervención humana. Pero es también una realidad que el propio lenguaje distingue entre lo natural y lo artificial, y cuando se habla, por ejemplo, de turismo de naturaleza, de deportes de naturaleza, etc., no hay, en absoluto, connotaciones urbanas. Tal vez la pregunta no sea si la ciudad es Naturaleza o no, sino de cuánta Naturaleza hay. Por lo tanto, el concepto de Naturaleza no es un concepto cualitativo sino cuantitativo, y está asociado a la vida y a los procesos naturales (puesto que el espacio físico siempre va a existir). De modo que hablamos de Naturaleza, muchas veces con el artículo delante, cuando vida y procesos naturales son los dominantes y no han sido gravemente alterados. Es cierto que todo ser viviente produce una alteración en el medio en el que habita, pero en el caso de los organismos no-humanos esta alteración está sometida a los procesos naturales y a otras formas de vida. La diferencia entre el nido de un pájaro y una casa es que esta última ha destruido un hábitat y a una serie de organismos vivos tanto en la zona en la que se ubica como en el entorno más próximo, sin tener en cuenta otros impactos (extracción de material de construcción, obtención de energía para la construcción, etc.). La diferencia entre la presa de un castor y una presa humana es que la primera está sometida a las crecidas del río, a la existencia de árboles en el río y no supone la pérdida de vida acuática en las zonas más bajas. Incluso en una zona con un fuerte pastoreo, en el que al bosque no se le permite desarrollarse, los ecosistemas están dominados por formas de vida herbáceas (pradera, pastizal) y sometidos a procesos naturales como la lluvia, de modo que la biomasa del ecosistema dependerá de la cantidad de precipitación. Creo que no me equivoco en afirmar que son estos matices lo que diferencian lo natural de lo artificial. Y puesto que, generalmente, las alteraciones provocadas por el ser humano suponen una pérdida importante de formas vitales y procesos naturales, se puede decir que producen una destrucción de Naturaleza (y asociarse a lo artificial). ¿Cabe, por lo tanto, calificar los espacios verdes urbanos como Naturaleza? Estos espacios verdes que se caracterizan por la dominancia de las formas vitales no están sometidos a los procesos naturales sino a los artificiales: en un mismo espacio de terreno conviven especies procedentes de distintas partes del mundo de las que han sido transportadas en algún momento de la historia; además, las condiciones ecológicas están controladas por el ser humano, especialmente en cuanto al aporte hídrico; la reproducción está también controlada por el ser humano; al igual que el crecimiento, etc. Desde luego que estos espacios verdes suponen un refugio para la escasa Naturaleza urbana pero ésta se encuentra igualmente sometida a los procesos artificiales y no a los naturales. Por lo tanto, no se puede considerar los espacios verdes urbanos como naturales, ni como Naturaleza, sino más bien como una simulación de lo que es la Naturaleza. Del mismo modo, los organismos transgénicos no son naturales porque se ha truncado un proceso natural, el evolutivo, tan importante como el tiempo de existencia de la vida en La Tierra. Pero el proceso de la transgenia no es comparable con la selección artificial llevada a cabo por el ser humano en la obtención de las razas domésticas, porque este proceso, el de la selección artificial, está dominado en última instancia por las reglas evolutivas naturales: mutación, recombinación genética, etc.
En la situación actual en la que nos encontramos no se puede pretender que toda la población mundial viva en la Naturaleza, aunque bien es cierto que una parte muy importante vive rodeada de Naturaleza (lo que supone un corto desplazamiento). Pero también es cierto que para conseguir la supervivencia de la especie humana hay que buscar el equilibrio con lo natural, para conseguir la sostenibilidad, puesto que la verdadera sostenibilidad se encuentra en la Naturaleza, que cuenta con 3.500-4.000 millones de años de vida en el Planeta Tierra. Por lo tanto, para conseguir la sostenibilidad (y la consiguiente supervivencia de la especie humana, hay que insistir) no hay otra salida que la de imitar a la Naturaleza (biomímesis) y aprender a convivir con ella. En este último sentido queda mucho que aprender de aquellos seres humanos que todavía viven en plena Naturaleza, siendo las tribus indígenas el máximo exponente.
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